11 de febrero de 2015

Breve historia de Hawking

La teoría del todo (The Theory of Everything, 2014)

Dirección: James Marsh
Guión: Anthony McCarten
Intérpretes: Eddie Redmayne, Felicity Jones, Charlie Cox, David Thewlis, Emily Watson
Fotografía: Benoît Delhomme
Música: Johann Johansson

Los ingredientes que todo buen biopic tiene que tener para alcanzar el éxito son: un personaje real que todo el mundo conozca, un mensaje de superación personal y una jugosa historia de amor que lo acompañe. En este sentido, La teoría del todo podría ser la película perfecta, al menos, en su género. Sin embargo, la sensación tras su visionado es que algo falla en lo que nos han contado... algo que no se ve fácilmente, pero se intuye de forma evidente. Y es que el empaque, tanto formal como narrativo, es demasiado perfecto hasta el punto de perder verosimilitud. Un poco como ocurre con The Imitation Game (2014), a sus creadores se les nota demasiado la intención de querer gustar a todo el mundo. Eso implica un exceso de amabilidad y edulcoramiento en una exposición que podría haber tenido momentos desgarradores y que, en cambio, resulta de lo más simpática.

La película es agradable, entretenida y contiene secuencias verdaderamente hermosas. El problema es su falta de valentía y su exceso de buenas intenciones. James Marsh, su director, toma todas las precauciones posibles para que el drama emocione pero sin doler, y que los personajes muestren siempre su lado más luminoso. Mientras que, por otro lado, no existe ningún esfuerzo por explicarnos la complejidad de la mente del protagonista, cómo llega a dar con las claves de su aportación científica y qué hay de él en sus teorías astrofísicas.

Es cierto que el personaje de la mujer de Hawking (Felicity Jones) es el más interesante del filme y el que lleva el verdadero conflicto. No obstante, no llega a afrontarse de forma directa en ningún momento, al contrario: nos la dibujan de forma algo idealizada y con un comportamiento impecable hasta el último momento, desaprovechando, así, su potencial. Por su parte, Eddie Redmayne realiza un buen trabajo interpretativo aunque no podemos obviar que ayudado de un maquillaje muy logrado.

Pero lo que de verdad salva la cinta de parecer un producto de televisivo de sobremesa es su extraña magia en la manera de contarnos los hechos. Con elegancia y delicadeza, engatusa al espectador de principio a fin, ayudado de una música y una fotografía muy cuidadas, lo cual tiene un valor y un mérito indiscutibles.

Recomendado para amantes de los biopics académicos y sensibleros.
No recomendado para adversarios de la amabilidad y el edulcoramiento (aunque sea justificado).

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