20 de febrero de 2015

Perversa sutileza

Foxcatcher (Foxcatcher, 2014)

Dirección: Bennett Miller 
Guión: Dan Futterman, E. Max Frye, Kristin Gore
Intérpretes: Steve Carell, Channing Tatum, Mark Ruffalo, Sienna Miller, Anthony Michael Hall, Vanessa Redgrave, David Bennett, Lee Perkins
Fotografía: Greig Fraser
Música: Rob Simonsen

En muchas ocasiones, el cine norteamericano comete el error de querer dar demasiadas explicaciones o de ponerse moralista a la hora de abordar una tragedia (especialmente, si está basada en hechos reales). Por este motivo, la aparición de películas tan perversamente sutiles como Foxcatcher resulta, de vez en cuando, todo un milagro narrativo. Bennett Miller, director de la ya algo morbosa Truman Capote (2005) y la más convencional Moneyball (2011), dirige con precisión y una oscura mirada la historia de Mark Schultz (Channing Tatum), medallista de oro olímpico invitado por el millonario John Du Pont (Steve Carell) a entrenar en su magnífica mansión. El conflicto, como cabía esperar, no tarda en aparecer. ¿Cuáles son las verdaderas intenciones del rico heredero?

Lo magistral del filme es que esta pregunta nunca llega a responderse. La cinta nos advierte con infinitud de pequeños detalles que estamos ante un personaje de mente retorcida y graves problemas emocionales. Sin embargo, una figura tan compleja y atormentada como ésta no puede retratarse en trazos gruesos ni su enfermizo comportamiento reducirse a un solo trauma. De ahí que el director haya decidido enseñar solo la punta del iceberg de este entramado de relaciones tóxicas en el que nadie está totalmente libre de culpa.

Como en las mejores películas de terror, el monstruo da más miedo cuanto menos veamos de él. Las extrañas conversaciones vacías entre los protagonistas, sus gestos, su miradas o sus repentinos enfados nos hacen imaginar que lo peor de todo no se nos está mostrando. Esa inquietud velada produce una incomodidad que irá en aumento hasta volverse insoportable y culminará en un clímax tan (de alguna forma) esperado como desalentador.

No obstante, si tomamos la historia desde su lectura política, crítica al sueño americano incluida, puede parecer algo mucho más simplista y es ahí donde surgen algunos de sus puntos débiles. Afortunadamente, su atmósfera opresiva y sus perturbadoras interpretaciones (en especial, la de Carell: fascinantemente sombrío, a pesar de su aparatoso maquillaje), otorgan al conjunto la uniformidad tonal que matiza sus irregularidades. Miller actúa, en este sentido, con la maestría de quien sabe señalar lo peor del ser humano sin ni siquiera sacar las manos de los bolsillos.

Recomendado para sibaritas de la perversión servida con sutileza.
No recomendado para quienes respiren con dificultad en ambientes disfuncionales.

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