6 de febrero de 2015

Morador de la noche

Nightcrawler (Nightcrawler, 2014)

Dirección y guión: Dan Gilroy
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Rene Russo, Riz Ahmed, Bill Paxton, Kevin Rahm, Ann Cusack, Kathleen York
Fotografía: Robert Elswit
Música: James Newton Howard

Aunque escenario menos recurrido que Nueva York, la ciudad de Los Angeles se ha utilizado en multitud de ocasiones en el cine como símbolo de la decadencia del sueño americano. Películas de género negro como Chinatown (1974) o L.A. Confidential (1997), pero también dramas humanos como Crash (2004) o Un día de furia (1993), han puesto de manifiesto el aire malsano que los habitantes de esta metrópolis universalmente idealizada respiran, en realidad, tanto por dentro como por fuera. La exteriorización de los instintos más primarios, la ausencia de horizontes morales y, sobre todo, la convivencia con las diferentes formas de violencia son algunos de los elementos que parecen tener en común los personajes de estas historias que, como Nightcrawler, son un reflejo tenebroso de la sociedad en que vivimos.

El filme de Dan Gilroy recoge, en forma de sátira enfermiza, todos esos males contemporáneos en un solo relato y un único individuo que sintetiza el espíritu de nuestro tiempo: la era del sensacionalismo informativo. Es evidente que la cinta le debe mucho a Taxi Driver (1976), donde Scorsese plasmaba con acierto magistral el estado de ánimo de Estados Unidos tras la guerra de Vietnam. En cierta forma, el Louis Bloom del espléndido Jake Gyllenhaal es el Travis Bickle (Robert DeNiro) de la época actual, con su crisis económica, su exceso de información y la omnipresente tecnología. Ambos comparten esa inteligencia marginal y una sociopatía que no deja de ser consecuencia lógica del propio entorno.

Por momentos, su hábil planteamiento, recuerda a La ventana indiscreta (1954) de Alfred Hitchcock, solo que enfrentando al espectador, en lugar de al concepto de suspense, a la idea del morbo. La visión cínica y corrosiva que se ofrece del turbio negocio de los telediarios matinales tiene la virtud de no dejar a nadie libre de culpa. El guión (casi redondo) bien podría estar basado en una novela de Bret Easton Ellis (a excepción de la falta de sexo). Y, aunque acierta en casi todo (la reflexión de fondo, su humor negro, la evolución del protagonista...) concluye de forma algo plana. Tras la adrenalina quemada, se echa en falta un final más imprevisible y contundente. Sin embargo, el viaje en sí es bastante rico en capas de profundidad como para sentir que ha valido la pena el mal trago. En realidad, su crudeza resulta muy disfrutable; un poco como los propios noticieros que critica. Como debe de ser, al encarar una propuesta de estas características.

Recomendado para espectadores del telediario de Pedro Piqueras con mala conciencia.
No recomendado para quienes les cueste aceptar ciertos aspectos del mundo en el que vivimos.

No hay comentarios: