23 de octubre de 2014

Angustia y deseo

Magical girl (2014)

Dirección y guión: Carlos Vermut
Intérpretes: Luis Bermejo, José Sacristán, Bárbara Lennie, Lucía Pollán, Israel Elejalde, Javier Botet, Elisabet Gelabert
Fotografía: Santiago Racaj

El rompecabezas que propone Carlos Vermut en Magical Girl, su (tan solo) segundo largometraje como director, no es un trepidante enredo policíaco al estilo Christopher Nolan ni la espiral onírica y efectista típica del cine de David Lynch. Sus influencias son otras y muy variadas. La historia, pese a sus aparentes elementos mágicos, no hace trampas, ni juega al despiste: simplemente se expone sin levantar nunca los pies del suelo. Con una franqueza extrema, cuenta el drama de un profesor de literatura en paro que trata de hacer realidad el último deseo de su hija de 12 años enferma de leucemia. Sin dinero y pocos recursos, traza un plan improvisado que desata una cadena de chantajes con inesperadas consecuencias.

Por su narración fragmentada y su crudeza (casi siempre fuera de campo), podemos encontrarle paralelismos con algunos de los trabajos de Michael Haneke. Pero buscar comparaciones es absurdo ante un universo tan particular que mezcla el cómic, el terror, el drama social, el manga y el suspense con una estética realista (rozando lo cutre), un montaje austero y una copla como principal banda sonora. El filme se gana al espectador sin prisa, escena a escena, persuadiéndolo con su lírica, su pesimismo, sus frases impactantes y esa atmósfera irrespirable, que no cesa de generar tensión, sin permitirnos el desahogo de ver la situación explotar.

La cinta es un puzzle inacabado (como el del personaje del soberbio José Sacristán) que el espectador tiene que completar con la cabeza o con el instinto. Una dualidad presente en sus tres protagonistas cuya lucha interna les llevará a la fatalidad. Desoladora, hermosa, genuina y cruel, cuidada hasta el más mínimo detalle con la inteligencia de un maestro del relato, es un ejemplo perfecto de cómo sugerir puede ser un millón de veces más efectivo que mostrar. La sencillez con la que explica el horror del mundo cotidiano la hace todavía más sobrecogedora. Es, en definitiva, un ejercicio de catarsis existencialista donde la ternura y la tragedia se unen con una naturalidad espeluznante. 

Recomendado para quienes busquen una catarsis sincera del conflicto entre razón e instinto.
No recomendado para espectadores demasiado sensibles al horror de lo que no se dice.

No hay comentarios: