21 de octubre de 2014

Endiablada estructura

Perdida (Gone Girl, 2014)

Dirección: David Fincher
Guión: Gillian Flynn
Intérpretes: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Kim Dickens, Missi Pyle
Fotografía: Jeff Cronenweth
Música: Trent Reznor y Atticus Ross

Que a David Fincher le gustan los retos es algo que nos ha quedado claro desde hace tiempo. Solo hay que pensar en la complejidad narrativa de algunas de sus películas, como por ejemplo The Game (1997) o El club de la lucha (1999). Inquieto como pocos, el minucioso cineasta parece decidido a llevar cada vez más lejos su personalidad obsesiva hacia la sofisticación del thriller, buscando estructuras con las que nadie se haya atrevido antes. Como ya demostró en la excelente Zodiac (2007), las reglas pueden cambiarse si lo que está en juego es el mensaje, una visión pesimista del mundo o un pulso de verosimilitud contra las expectativas del espectador.

Perdida no solo se aleja de los cánones del suspense tradicional o policíaco -al contrario de la también brillante Seven (1995)-, sino que los desafía, cambiando de película hasta un total de tres veces; como si mirara a Hitchcock con los ojos del siglo XXI. Lo cierto es que Fincher se lo pone difícil a sí mismo y, aun así, consigue salirse airoso de las carambolas temáticas del relato que, por cierto, ya incluía la novela original cuya autora también se ha encargado del guión. Como sucedía en La red social (2010), el Fincher más aparatoso da un paso atrás y deja que la historia hable por sí misma, lo que demuestra gran inteligencia por su parte. Así como el uso de Ben Affleck que, sin salir de su registro habitual, se transforma ante nuestros ojos en el actor perfecto para el papel: precisamente por su falta de carisma, su aparente torpeza y su aspecto de hombre atractivo y, al mismo tiempo, "normal y corriente".

Sin embargo, a la práctica, los riesgos del filme (básicamente, argumentales) tienen ciertos problemas de credibilidad. En algunas ocasiones, las sorpresas que esconde resultan una verdadera maravilla pero, en otras, giros demasiado bruscos para el espectador más racional. Lo que es cierto es que, en su aventura a través del "misterio que se convierte en un thriller del absurdo que se convierte en una sátira", según ha definido la cinta el mismo director, cuanta más información tiene el público sobre lo que realmente está pasando, mejor funciona el invento; lo que daría la razón al Hitchcock clásico que, decíamos, aquí parece estar tratando de actualizar.

Por su parte, las interpretaciones de Rosamund Pike y Neil Patrick Harris son una grata sorpresa, construyendo dos enfermizas figuras que acaban inundando de truculencia el universo entero en el que habitan. Ese tono amargo y enfermizo es, sin duda, lo mejor de la propuesta. Y es ese punto de vista el que hace auténticamente incisiva su crítica a los medios de comunicación y la manipulación en una sociedad donde la apariencia es más importante que los hechos. No podemos, de igual forma, dejar sin mencionar ese final tan desalentador y terrorífico como difícil de digerir. Esta vez, no estamos hablando de un asesino en serie megalomaníaco que quiere resarcir el mundo a través de sus crímenes, sino de un matrimonio de Missouri que bien podríamos ser nosotros mismos.

Recomendado para amantes de lo escabroso y los laberintos narrativos.
No recomendado para quienes todavía crean en los valores del matrimonio tradicional.

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