8 de diciembre de 2014

Elegante pasatiempo

Magia a la luz de la luna (Magic in the Moonlight, 2014)

Dirección y guión: Woody Allen
Intérpretes: Colin Firth, Emma Stone, Marcia Gay Harden, Jacki Weaver, Hamish Linklater, Eileen Atkins, Catherine McCormack
Fotografía: Darius Khondji
Música: Varios


Aunque parece que en los últimos años Woody Allen se haya estado dedicando a rodar largometrajes que no son más que una versión descafeinada de su propia filmografía (salvo excepciones como la corrosiva Blue Jasmine), lo cierto es que, seguramente, si dejara de hacerlo, lo echaríamos de menos. Y es que, a pesar de habernos malacostumbrado a asistir a su cita anual con el prejuicio de que cualquier tiempo pasado fue mejor en la obra del genio de Manhattan, no debemos menospreciar su talento como guionista, todavía en muy buena forma. La ligereza de algunas de sus historias, como la que nos ocupa esta vez, quizás deberíamos valorarla más como una decisión estilística y no como una carencia de quien, decididamente, apuesta por un producto sencillo y luminoso solo por su propia diversión. Magia a la luz de la luna demuestra que a Allen le apasiona su oficio tanto como sus lugares comunes: la magia, la misantropía, las contradicciones del amor o el miedo a la muerte.

La cinta, elegante y entretenida, narra las peripecias de un mago inglés (Colin Firth) al que se le encarga la misión de desenmascarar a una falsa medium (Emma Stone) en la Francia de los años 20. Quizás no tan divertida como cabría esperar, Allen apuesta por jugar al despiste con un amable juego de apariencias tras el que esconde, en definitiva, un hermoso y eficaz cuento romántico. Los dos protagonistas dan en el clavo interpretando a la antagónica pareja rodeados, por cierto, de un magnífico grupo de secundarios. No obstante, los giros narrativos, aunque muy honestos, son tan de manual del buen guión que acaban siendo previsibles. 

Además, el uso continuado de transiciones mostrando el paisaje rural con música de jazz termina, por su insistencia, volviéndose tedioso, reiterativo e innecesario. Afortunadamente, la película destila un optimismo poco habitual en el cineasta neoyorquino que, fácilmente, complacerá a todo el mundo. Como un exquisito plato de alta cocina, en definitiva, a algunos les resultará una delicia de fácil digestión aunque a muchos otros, por delicado, les dejará con hambre.

Recomendado para misántropos sin miedo a enamorarse.
No recomendado para quienes esperen un Woody Allen distinto o irreconocible.

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