8 de abril de 2014

Blockbuster fundamentalista

Noé (Noah, 2014)

Dirección: Darren Aronofsky
Guión: Darren Aronofsky y Ari Handel
Intérpretes: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Emma Watson, Anthony Hopkins, Ray Winstone, Logan Lerman, Nick Nolte
Fotografía: Matthew Libatique
Música: Clint Mansell

No todos los grandes directores necesitan rodar grandes películas para demostrar que lo son. Algunas veces, la experiencia produce justo el efecto contrario. Ha contado Darren Aronofsky en varias entrevistas promocionales que la historia de Noé le había atraído desde pequeño de manera enfermiza. De esta manera, ha podido cumplir uno de sus caprichos al llevar al cine este trascendental relato que en la Biblia tan solo ocupa unos párrafos y casi nunca se ha adaptado a la gran pantalla (la versión más conocida, parodias y telefilmes aparte, data de 1928). Podemos adivinar qué es lo que le interesa del personaje al director de Cisne negro (2010) si tenemos en cuenta su habitual fascinación por retratar al ser humano en su faceta más obsesiva; así como su relación con Dios (aquí llamado el Creador) como vimos en Pi, fe en el caos (1998) o La fuente de la vida (2006). No obstante, al mismo tiempo, cuesta de reconocer su sello hasta ahora tan personal, hundido entre las épicas aguas de un diluvio mucho más propio de Roland Emmerich o Michael Bay. 

La propuesta no es del todo fallida. Esa extraña estética postapocalíptica cercana a Mad Max (1979) y un reparto muy bien escogido apuntaban a un producto menos épico y más rico en matices. Sin embargo, lo que nos encontramos a medida que avanza el filme es la justificación de un exterminio a través de los ojos de un fanático fundamentalista. El personaje de Noé, más allá de la soberbia interpretación de Russell Crowe, no deja de ser un reaccionario que no siente la más mínima compasión por los seres humanos que van a ser aniquilados, tanto si se lo merecen como si no. Este punto de vista casi talibán, no solo se hace antipático sino que, además, impide "contemporaneizar" el conflicto de manera que plantee alguna respuesta que pueda servirnos para la sociedad actual.

Noé es violenta (como el Antiguo Testamento, en realidad) y llena de efectos especiales, pero narrativamente demasiado estática y, por lo tanto, muy aburrida. La tozudez del protagonista no permite que su conflicto moral se desarrolle en hechos o en palabras, obviando cualquier reflexión ética o filosófica, hasta la demasiado prolija conclusión final. Ni siquiera las licencias tomadas por Aronofsky, como los gigantes (algo así como unos Transformers de piedra), el diseño del arca o las forzadas excentricidades de Matusalén consiguen animar la función. Si la pretensión era parecerse a la saga de El señor de los anillos (2001-2003) y no tanto a Los diez mandamientos (1956), cabe decir que el resultado se ha quedado muy lejos de las emocionantes aventuras del universo de Tolkien, desgraciadamente.

Recomendado para fanáticos religiosos y amantes de la épica despiadada.
No recomendado para aficionados al cine (habitual) de Darren Aronofsky.

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