23 de marzo de 2014

Aventuras literarias

El gran hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, 2014)

Dirección y guión: Wes Anderson
Intérpretes: Ralph Fiennes, Saoirse Ronan, Edward Norton, Willem Dafoe, Jude Law, Owen Wilson, Léa Seydoux, Bill Murray, Adrien Brody, Tilda Swinton, Jeff Goldblum, F. Murray Abraham, Tom Wilkinson, Harvey Keitel
Fotografía: Robert Yeoman
Música: Alexandre Desplat


Tras las dos maravillas cinematográficas a nivel estético y narrativo que fueron Fantastic Mr. Fox (2009) y Moonrise Kingdom (2012), Wes Anderson continúa su etapa de esplendor creativo (a la espera de lo que vendrá) con un nuevo juguete que homenajea a la literatura. Basándose libremente en la obra del escritor Stefan Zweig, el director de Viaje a Darjeeling (2007) toma a un insuperable reparto coral para construir algo así como una casa de muñecas en la que cada plano podría contener una historia en sí misma. Como de costumbre en su personal universo, la película está cuidada meticulosamente hasta el más mínimo detalle, sorprendiendo una vez más por la belleza y originalidad de su dirección artística, vestuario y fotografía. 

La trama no es tan compleja como podría aparentar. Gira en torno a dos ejes: el hotel Budapest del título como lugar que atestigua la acción y el paso del tiempo, y sus dos protagonistas, el conserje y su ayudante. Lo que ocurre es que Anderson tiene la gran habilidad de ir enredando el relato hasta convertirlo en un cuento de aventuras, robos y asesinatos con la profundidad de una pintura y la ingenuidad de un teatro de marionetas. Los diferentes formatos en que rueda (de más a grande a más pequeño) recuerdan, estructuralmente, a una matrioska aunque, sobre todo, sirven para hacer un guiño cariñoso a los orígenes del cine y sus cuadradas dimensiones.

Por otro lado, todos y cada uno de los actores y actrices del filme actúan con una precisión asombrosa. Comedidos, espontáneos, extravagantes cuando conviene pero también divertidos y carismáticos, el elenco al completo ha sido orquestado por Anderson para remar en la misma dirección, lo que la convierte en una propuesta imparable. Cabe destacar, en cualquier caso, la interpretación del hasta ahora desconocido Saoirse Ronan que supone toda una revelación en su papel de botones.

Lo mejor, en definitiva, es esa sensación de que todo encaja y fluye de forma natural, hasta el punto de que la narración podría no agotarse nunca. A Anderson le sienta de maravilla la nostalgia, la vieja Europa y celebramos que siga atreviéndose con el uso de maquetas y permitiéndose ampliar su lenguaje visual con nuevas referencias como (por citar alguna) el cómic francés.

Recomendado para acólitos de Anderson, simpatizantes y profanos.
No recomendado para los que, en los museos, no se paran a mirar los detalles de los cuadros.

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