8 de febrero de 2014

Dolor invisible

La herida (2013)

Dirección: Fernando Franco
Guión: Fernando Franco y Enric Rufas
Intérpretes: Marián Álvarez, Rosana Pastor, Manolo Solo, Andrés Gertrudix, Ramón Agirre, Ramón Barea
Fotografía: Santiago Racaj

La tendencia a abordar las películas sobre trastornos emocionales desde una óptica moralizante o con intención aleccionadora es un vicio cinematográfico del que solo algunos pocos logran escapar. La herida, del debutante Fernando Franco, es una de esas gratas excepciones con un pulso lo bastante firme como para exponer un caso con la frialdad necesaria para que el espectador saque sus propias conclusiones. La cinta narra la historia de Ana, una chica de 28 años con un trastorno límite de personalidad que le provoca serios problemas para relacionarse y cuyo único refugio es su trabajo en un servicio de ambulancia. Interpretada por una Marián Álvarez en estado de gracia, el director nos introduce de lleno (y sin consideración) en la espiral de autodestrucción de la protagonista, incapaz de escapar, por mucho que lo intente, de su propia infelicidad.

Angustiosa y deprimente, pero brutalmente honesta, lo mejor del filme es todo lo que no se nos cuenta. Nunca llegamos a saber qué es lo en realidad ocurre en el interior de Ana, ni cuál es el origen de esa herida del título (aunque podríamos intuirlo en la escena con su padre); ni por qué todos los personajes de su alrededor la tratan con ese desdén, miedo, rencor, distancia o condescendencia. Lo único que podemos deducir es que hay mucho dolor en todos ellos, consecuencia, probablemente, de toda una serie de situaciones a las que nosotros no hemos sido invitados.

Es en ese inquietante umbral entre saber y no saber donde nos sitúa Franco para explicarnos con gran destreza la incertidumbre y frustración con la que tiene que lidiar todos los días nuestra malograda heroína. Hiperrealista en su estilo visual, son pocos los momentos de tregua para el público, por lo que, para algunos, podría resultar una propuesta difícil y bastante dura. Sin embargo, por su valentía y crudeza, su excelente planificación y sus maravillosos intérpretes vale la pena hacer el esfuerzo. Además, es una de esas obras con un abanico lo bastante amplio de lecturas como para generar un debate tras el visionado, lo cual es muy necesario hoy en día y siempre enriquecedor. 

Recomendado para quienes no tengan miedo de mirar la depresión a la cara.
No recomendado para quienes puedan identificarse demasiado con la protagonista.

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