9 de febrero de 2014

Austeridad turbadora

Caníbal (2013)

Dirección: Manuel Martín Cuenca
Guión: Manuel Martín Cuenca y Alejandro Hernández
Intérpretes: Antonio de la Torre, Olimpia Melinte, María Alfonsa Rosso, Manolo Solo, Yolanda Serrano
Fotografía: Pau Esteve Birba

La elegancia, delicadeza y sobriedad con la que el personaje de Antonio de la Torre condimenta un solomillo de carne humana con las manos en una de las escenas de la película es la metáfora perfecta para expresar el tono con el que Manuel Martín Cuenca ha decidido abordar la historia de este Caníbal. Esquivando con un cuidado extremo cualquier recurso morboso (lo cual no es tarea fácil dado el material), el director ha logrado extraer la belleza de la monstruosidad, diseccionando (casi como un científico que observa sin intervenir) un alma humana atroz que, sin embargo, es capaz de enamorarse. Porque, en definitiva, el retrato de este sastre metódico y apacible que se alimenta con la carne de las mujeres de las que se ha sentido atraído, a las que mata y cocina como parte de un ritual de seducción pre-coito, es una peculiar defensa del amor por encima del horror y el deseo.

Ambientada en Granada, ciudad que aporta un cierto embrujo al relato, con muy pocos diálogos y elipsis muy interesantes, Martín Cuenca consigue salirse airoso de un ejercicio de estilo complicado que tenía muchas posibilidades de caer en la truculencia y el nihilismo. Afortunadamente, se ha marcado un objetivo que apunta mucho más alto, permitiéndose incluso homenajear a la soberbia Vértigo (1958).

Tan enfermiza como la obra maestra de Hitchcock, aunque algo menos pesimista, su punto débil, quizás, es el uso de los símbolos cristianos como explicación alegórica del comportamiento del protagonista. No era necesario. Su fuerza reposa en la fascinación que genera mostrarnos la frialdad de su comportamiento, nada más. Por suerte, este aspecto tiene poco peso y queda compensado con el trabajo de Antonio de la Torre cuya una interpretación basada en la contención engrandece el filme y lo acompaña hasta el final en su apuesta por la sutileza.

Recomendado para interesados en el lado más oscuro del ser humano (morbo aparte).
No recomendado para estómagos sensibles a la sugerencia.

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