5 de enero de 2014

Surrealismo a toneladas

La espuma de los días (L'écume des jours, 2013)

Dirección: Michel Gondry
Guión: Michel Gondry y Luc Bossi
Intérpretes: Audrey Tautou, Romain Duris, Gad Elmaleh, Omar Sy.
Fotografía: Christophe Beaucarne
Música: Étienne Charry

La adaptación de una novela como La espuma de los días, escrita por Boris Vian en 1947, era una gesta cinematográfica solo al alcance de la imaginación de unos pocos artesanos como Terry Gilliam, Jean-Pierre Jeunet o el propio Gondry; finalmente, el único que ha tenido la osadía de llevarla a cabo. Calificada por muchos como adaptación imposible, el director de La ciencia del sueño (2006) ha optado por el máximo respeto y la literalidad, trasladando a imagen prácticamente todo lo que se menciona en el libro. El resultado es un impresionante trabajo de dirección artística basado en la poderosa inventida de Gondry y su habilidad con el stop motion y las manualidades. 

Sin embargo, asistir a tal despliegue de surrealismo, en el que, prácticamente, en cada plano se realizan actos imposibles con absoluta normalidad, deja al espectador fuera de juego la mayor parte del visionado. No hay tiempo para digerir la belleza y el ingenio de cada detalle que se nos muestra. Gondry ha preferido no descartar nada, quizás por un miedo exagerado a traicionar el material. De esta manera, el filme se ahoga en una rebosante colección de ocurrencias, muchas de las cuales acaban pasando desapercibidas por exceso de información.

Entre el espíritu festivo de George Meliès y la melancolía de Spike Jonze, probablemente, ésta sea la película más ambiciosa de Gondry. Y, de hecho, si juzgamos estrictamente la traslación de las palabras a la pantalla, es, sin duda, su mejor trabajo. O, por lo menos, el más arduo. No obstante, la cinta, al proponer una solución visual a cada una de las ideas de Boris Vian, elimina todo espacio para la imaginación del espectador. Todo y con eso, es imposible terminar el visionado y marcharse con las manos vacías. Afortunadamente, algunas de las secuencias llegan a calar muy hondo; sobre todo, en el tramo final, tan oscuro, hermoso y desesperanzado como, a veces, la propia vida.

Recomendado para curiosos y/o amantes de los universos de Vian y Gondry.
No recomendado para mentes racionales con tendencia a la depresión.

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