27 de diciembre de 2013

Dilatar el cuento

El Hobbit: La desolación de Smaug (The Hobbit: The Desolation of Smaug, 2013)

Dirección: Peter Jackson
Guión: Peter Jackson, Philipa Boyens, Fran Walsh y Guillermo del Toro.
Intérpretes: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, James Nesbitt, Aidan Turner, Ken Stott, Orlando Bloom, Evangeline Lilly, Cate Blanchett, Benedict Cumberbatch, Stephen Fry.
Fotografía: Andrew Lesnie
Música: Howard Shore

Tras la gran rentabilidad económica que supuso la saga de El señor de los anillos, sumada al beneplácito de la crítica y los fans y el reconocimiento de la industria que otorgó 11 premios Óscar a su tercera entrega, parecía inevitable que fuera Peter Jackson (y no otro) quien se encargara de la adaptación cinematográfica de la otra novela de Tokien: El Hobbit. De esta manera, cuando Guillermo del Toro abandonó el proyecto cansado de los retrasos de producción por los problemas económicos de MGM y volvió a las manos de Jackson, el ciclo pareció cerrarse de la manera adecuada. Sin embargo, una vez estrenada la segunda parte de lo que quizás nunca debió ser una nueva trilogía, empieza a parecer que al director neozelandés le ha superado la responsabilidad y, sobre todo, la presión de tener que repetir una jugada maestra con un material que, ya de entrada, la hacía irrepetible.

El Hobbit: La desolación de Smaug es, como fue su predecesora, un relato inflado que sostiene sobre muy pocos elementos el metraje excesivo de lo que parece más una recopilación de escenas descartadas de El señor de los anillos que una nueva historia con entidad propia. Entretenida por momentos, la obsesión mercantil de venderla en formato alargado ha perjudicado el ritmo de una historia que contiene muchos más complementos que una genuina trama central. De los 160 minutos de duración, solamente la pelea contra las arañas, la fuga de la fortaleza élfica y el enfrentamiento final contra el dragón son secuencias de interés narrativamente imprescindibles; el resto es pura paja mainstream, tan vistosa como intrascendente.

Ahora solo queda esperar las sorpresas que nos deparará el episodio final. Y digo sorpresas puesto que, aparentemente, se han gastado ya todos los cartuchos y no sabemos de qué trucos se servirá Jackson para alcanzar el minutaje requerido de la última entrega. Agotado el argumento de El Hobbit y los otros relatos de Tolkien que se han utilizado, probablemente se haya optado por culminar a modo de prólogo que enlace con La comunidad del anillo, dado que, sobre la aventura de Bilbo Baggins y el dragón, ya está prácticamente todo dicho.

Recomendado para adictos al universo Tolkien.
No recomendado para los que ya sintieron empacho con los excesos de El Hobbit: Un viaje inesperado (2012).

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