7 de abril de 2013

La madurez de Tarantino

Django desencadenado (Django unchained, 2012)

Dirección y guión: Quentin Tarantino
Intérpretes: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Samuel L. Jackson, Kerry Washington, Don Johnson, Franco Nero.
Fotografía: Robert Richardson
Música: Varios

Pasados ya 20 años desde el estreno de su ópera prima, Reservoir Dogs (1992), Tarantino sigue dividiendo al publico en dos bandos bien diferenciados: sus acérrimos fans de toda la vida y los detractores que nunca han conseguido  cogerle el gusto. Siempre con el viejo debate de fondo sobre las implicaciones de la violencia en el cine, está claro que la postura del director de Pulp Fiction (1994) tampoco ha cambiado. Para Tarantino, la violencia sigue siendo pura diversión cuando se trata solo de una película. "Es una fantasía. Es divertido. La ves y te vas", decía en una entrevista reciente. Pero lo cierto es que, aunque el afán de entretener sigue presente, muchos aspectos en Django desencadenado denotan la mano de un director que está alcanzando una cierta madurez en su carrera.

La historia del esclavo negro convertido en cazarrecompensas interpretado por Jamie Foxx es probablemente la propuesta más adulta de Tarantino hasta la fecha. Ya no estamos ante los rompecabezas narrativos de sus primeros filmes, ni ante las frívolas secuencias de acción de serie B de la lamentable Kill Bill: Volúmen 1 (2003). Podemos decir que Malditos bastardos (2009) fue el punto de inflexión que ahora se reafirma en la apuesta por la linealidad del guión (ganador del Oscar) o por las largas secuencias de diálogos sin chistes explícitos. El humor de Tarantino, antes omnipresente en los constantes chascarrillos de los gángsters charlando sobre Madonna o la comida basura en Europa, han dejado paso a una ironía mucho más sutil. Si bien todavía existen momentos de brillante comicidad (por ejemplo, la escena del Ku Klux Klan), el conjunto es más un compendio de homenajes al spaghetti-western donde la diversión está en la forma. El uso de la música rap, los constantes zooms o el exceso de sangre en las muertes son ahora los chistes de este camino a la sofisticación.

El Tarantino actual toma la figura de Django (personaje de segunda) y lo erige héroe racial capaz de protagonizar secuencias muy parecidas a las del William Munny de Sin perdón (1992). Pero, no nos engañemos, Tarantino no es Clint Eastwood y su reflexión sobre la violencia nada tiene que ver, para empezar porque en Tarantino no existe reflexión ninguna.

Lo mejor, en definitiva, es un reparto de estrellas pasándoselo en grande, desde un inconmensurable Christoph Waltz a un Leonardo DiCaprio excesivamente delicioso. Y aunque le sobra metraje, su larga duración es un defecto perdonable, puesto que la historia tiene (esta vez sí) el peso necesario para que aguantemos hasta el final. Y sí, se le puede acusar de trivializar con el tema de la esclavitud, pero no más que lo que trivializaría el tema un dibujante de cómics.

Recomendado para los viejos y nuevos adeptos a Tarantino.
No recomendado para quienes rechacen cualquier forma de violencia en el cine.

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