24 de abril de 2013

El arte de la creación literaria

En la casa (Dans la maison, 2012)

Dirección y guión: François Ozon
Intérpretes: Fabrice Luchini, Ernst Umhauer, Kristin Scott Thomas, Emmanuell Seigner, Diana Stewart, Jean-François Balmer, Yolanda Moreau, Bastien Ughetto, Denis Ménochet.
Fotografía: Jérôme Alméras
Música: Philippe Rombi


Los tránsitos entre el cine y la literatura, las dos grandes formas de creación de historias, siempre han sido complejos. La literatura ha gozado desde el principio de mejor fama que el cine y todavía hoy le tiene la batalla ganada con el eterno prejuicio de que la adaptación de una novela en película nunca va a dar la talla. Quizás por ese motivo, los filmes que tratan sobre escritores ficticios tienden a ser acerca de guionistas, véase las magnificas Barton Fink (1991) o Adaptation (2002), por citar dos ejemplos.

Afortunadamente, existen deliciosas excepciones a ese complejo del séptimo arte frente a la escritura, como esta cinta sobre la relación entre un profesor y su alumno adolescente con un talento especial para escribir; un don que al veterano maestro (Fabrice Luchini) le encantaría tener y no tiene. En la casa aborda, de esta manera, el jugoso universo de la creación literaria, con todos sus trucos, trampas y juegos expositivos sin perder un ápice de cinematográfica. François Ozon demuestra un dominio especial de la imagen, todo el tiempo emocionalmente cerca de sus personajes, así como del siempre difícil uso de la voz en off que, ciertamente, no podía estar mejor empleada.

Basada en la obra de teatro El chico de la última fila de Juan Mayorga, resulta sorprendente hasta qué punto se puede hacer gozar al espectador de la experiencia de ser manipulado. Lo más interesante de la película son, sin duda, las grietas entre realidad y ficción que nunca llegan a resolverse. El público (que seguramente se sienta como un lector) es tratado como un observador inteligente, capaz de resolver por sí mismo lo que Ozon decide dejar en el aire. 

Los toques del cine de Woody Allen, incluso de Hitchcock (con cierto aire de parodia), demuestran, sin que el resultado pierda personalidad, que los referentes son de altura. Además, la química entre los actores es insuperable y hacen brillar los ingeniosos diálogos del guión de Ozon. Finalmente, no podemos pasar por alto el estudio que indirectamente se hace de las clases sociales francesas, así como de las relaciones entre compañeros de colegio, padres e hijos, profesores y alumnos y maridos y mujeres, en general, con una riqueza psicológica que hace del conjunto un retrato casi perfecto de la sociedad en que vivimos.

Recomendado para los que disfruten del difícil arte de la narración literaria en términos cinematográficos.
No recomendado para espectadores que no acepten que la ambigüedad es, a veces, el verdadero relato.

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