14 de abril de 2015

Los últimos días de Pier Paolo

Pasolini (Pasolini, 2014)

Dirección y guión: Abel Ferrara
Intérpretes: Willem Dafoe, Ninetto Davoli, Riccardo Scamarcio, Valerio Mastandrea, Adriana Asti, Maria de Medeiros
Fotografía: Stefano Falivene

Probablemente, la etiqueta de biopic se ha utilizado mal en tantas ocasiones que ha terminado por desvirtuarse su verdadera significado. En teoría, en este género tan del gusto de la Academia de Hollywood, solo entrarían aquellas películas que narran la biografía completa de un personaje real. Quedarían fuera, por lo tanto, las que, a veces con mejores resultados, deciden centrarse en un solo episodio de la vida del sujeto en cuestión, como ocurría en la reciente Selma (2014) o la simpática Hitchcock (2012). En esta misma línea, Pasolini cuenta los últimos días del polémico director, escritor y poeta que fue asesinado poco después del estreno del que fue su último filme, Saló, o los 120 días de Sodoma (1975). La visión de Abel Ferrara sobre su protagonista es de veneración absoluta, lo que convierte a la historia en una reflexión melancólica sobre los desencuentros entre la libertad artístico-personal y la sociedad de la corrección.

Quizás el mayor acierto de esta cinta, hasta cierto punto modesta, ha sido dar con el tono adecuado. Alejada absolutamente del morbo o el sensacionalismo que, en muchas ocasiones, rodea la figura de Pasolini, el guión marca un ritmo pausado donde las palabras tienen un gran peso y hay espacio para consideraciones complejas y matices. El director de Teniente corrupto (1992), sorprendentemente, toca aquí un registro poco habitual para él, puede que, de alguna forma, sintiéndose deudor de la obra del cineasta italiano y, de ahí, ese aire de mitificación. El caso es que la propuesta destila ternura, realismo y cierta lírica en casi cada secuencia y, al mismo tiempo, deja un regusto amargo con una profundidad muy valiosa.

Como suele ocurrir en este tipo de películas, su actor principal, Willem Dafoe realiza un trabajo meticuloso y sutil, a pesar de la extraña distancia que supone el hecho de haber rodado en inglés. Pero, salvando esta cuestionable decisión, el resultado es honesto, conmovedor, hermoso en su conjunto y, también, lleno de tristeza. Pasolini nos presenta el final inevitable de un creador sabio y vehemente para un mundo siempre varios pasos por detrás de los más grandes.

Recomendado para interesados en el testamento emocional de un cineasta único.
No recomendado para quienes menosprecien el valor de la libertad artística.

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