27 de mayo de 2013

Los excesos de Lurhmann

El gran Gatsby (The Great Gatsby, 2013)

Dirección: Baz Luhrmann
Guión: Baz Luhrmann y Craig Pearce; basado en la novela de F. Scott Fitzgerald
Intérpretes: Leonardo DiCarprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan, Isla Fisher, Joel Edgerton, Callan McAuliffe, Gemma Ward.
Fotografía: Simon Duggan
Música: Varios


Que el cine de Baz Luhrmann es visualmente excesivo no es algo que vayamos a descubrir ahora. Por lo tanto, sería injusto criticar la desmesura que El gran Gatsby derrocha en todos los sentidos porque es -ya lo sabíamos- marca de la casa y no podíamos esperar otra cosa. Sería como reprochar a Tarantino la violencia de uno de sus filmes en concreto o a Almodóvar su estética kitsch. Hay cosas que debemos asumir antes de salir de casa.

El verdadero problema es que nos encontramos ante un intento de repetir la jugada que tan bien le funcionó con Moulin Rouge (2001) pero que aquí no termina de cuajar. La propuesta de Luhrmann se enfrenta a dos enemigos: el primero es Scott Fitzgerald y el segundo, él mismo. La novela en que se basa la película tenía como mejor virtud la sobriedad narrativa, describiendo en los mínimos trazos la compleja psicología de sus personajes, sus acciones y pensamientos. Sin adornos en que apoyarse, era como la tragedia de Gatsby resultaba trágica. Pero Lurhmann no es un hombre que se ande con sutilezas. De esta manera, la prosa exquisita de Fitgerald queda aquí reconvertida en frenéticos subrayados que poco ayudan a tomarnos en serio la historia. Luhrmann parece imitarse a sí mismo en busca de su propio estilo, pero de poco sirven los anacronismos estéticos y rítmicos (mezclando hip-hop, jazz y música pop actual) sin la excusa del drama musical con la que contaba en el filme de Nicole Kidman.

Lo mejor del conjunto acaba siendo un Leonardo DiCarprio en el papel de Gatsby (que ya interpretaron Robert Redford y Alan Ladd, anteriormente) deslumbrante, enigmático y profundo, en contraste con la superficialidad que le envuelve. A DiCaprio, casi infalible desde sus colaboraciones con Scorsese, lo acompañan los correctos Tobey Maguire y Carey Mulligan, en comparación, un tanto fríos pero con algunos matices interesantes.

En definitiva, la película arranca bien pero en seguida se le acaban los fuegos artificiales. A partir de entonces, se ralentiza hasta poner a prueba la paciencia del espectador que, llegados al clímax, ya no tiene fuerzas para emocionarse lo que debiera. Sin embargo, solo el intento es loable y hace que valga la pena su visionado, ni que sea como el que asiste a un experimento fallido. Tal vez en el futuro, Luhrmann encuentre un universo que se le ajuste mejor como en su día sucedió con la shakespeariana Romeo + Julieta (1996).

Recomendado para admiradores del cine basado en el virtuosismo visual. 
No recomendado para los fans de Scott Fitzgerald.

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