24 de septiembre de 2014

La vida en imágenes

Boyhood. Momentos de una vida (Boyhood, 2014)

Dirección y guión: Richard Linklater
Intérpretes: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Lorelei Linklater, Jordan Howard
Fotografía: Lee Daniel, y Shane Kelly
Música: Varios

Muchas cosas se le pueden achacar al cine de Richard Linklater (como que, a veces, se pasa de pedante o que no siempre acierta) pero lo que no se le puede negar es su valentía a la hora de abordar proyectos experimentales. Desde su arriesgada Slacker (1991) en la que paseaba aleatoriamente su cámara por la ciudad de Austin (Texas) para mostrarnos las aparentemente triviales conversaciones de sus habitantes, muchas son las ocasiones en las que ha coqueteado con el hiperrealismo o la idea del paso del tiempo. Hasta ahora, su acercamiento mejor logrado y definido a esta obsesión era la trilogía romántica protagonizada Ethan Hawke y Julie Delpy que culminó con la inteligentísima y madura Antes del anochecer (2013). Lo que muchos no sabían es que desde 2002 Linklater había estado filmando (simultáneamente a las otras once películas que ha estrenado en este tiempo) la que es, hasta el momento, la obra maestra de su carrera.

En muchos aspectos, Boyhood es una historia convencional. Al fin y al cabo, el tránsito de la niñez a la juventud es un tema que muchos directores han tratado antes. Lo verdaderamente innovador de esta propuesta y lo que la hace única es que se ha filmado a tiempo real, acompañando el crecimiento del actor protagonista rodando con él cada verano desde que tenía 6 años hasta que cumplió 18. Esta gesta que pocos directores se atreverían a abordar de esta manera, le proporciona a la cinta un material excepcional que provoca un impacto indescriptible para el espectador que nunca hubiese causado ni el maquillaje ni ningún tipo de efecto digital.

El director de Despertando a la vida (2002) juega también con el montaje, evitando cualquier transición explicativa; como si quisiera ponerlo difícil de manera que, entre tanta cotidianidad, cuando menos te lo esperas, te das cuenta de que ha vuelto a pasar un año en el filme. Y así, con toda naturalidad, vemos crecer al pequeño Mason (Ellar Coltrane) y a su familia hasta acabar sintiéndola como nuestra. En este sentido, la evolución de la madre (Patricia Arquette) es también especialmente llamativa, por sus cambios físicos por un lado, pero también por su particular crecimiento personal como adulta, lo que encierra parte del mensaje de la película.

El guión no evita el drama pero tampoco se ceba con él. Lo incluye como parte de un todo inabarcable junto al humor, los diálogos reflexivos, las conversaciones intrascendente y los avances tecnológicos. Aunque la mayor parte del tiempo, prefiere detenerse en los momentos secundarios de las vivencias del personaje; como si del teatro de la vida, eligiera mostrarnos solamente lo que pasa entre bastidores. Pero lo más sorprendente es cómo, al terminar el visionado, recordaremos las pequeñas piezas introducidas en nuestra memoria visual como si de auténticos recuerdos se tratara (nuestros o de alguien muy cercano a nosotros).

No hay duda de que, con todo esto, y pese a no tener un ritmo perfecto (tampoco lo tiene la vida, al fin y al cabo), Linklater ha marcado un hito en la historia cinematográfica que será recordado, quizás como rareza, pero, en cualquier caso, difícilmente igualable en su autenticidad, honestidad y belleza. 

Recomendado para los que quieran asistir a toda una experiencia emotiva y poco común.
No recomendado para enemigos del hiperrealismo, la vitalidad y el riesgo.

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