17 de noviembre de 2013

Mujer en quiebra

Blue Jasmine (Blue Jasmine, 2013)

Dirección y guión: Woody Allen
Intérpretes: Cate Blanchett, Alec Baldwin, Bobby Cannavale, Peter Sarsgaard, Michael Stuhlbarg, Louis C.K., Sally Hawkins, Max Casella, Andrew Dice Clay.
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Música: Varios

La obsesión por rodar una película al año sumada a ciertos problemas para encontrar financiación ha provocado un notable declive creativo en la filmografía más reciente de Woody Allen. Nadie hubiera imaginado hace unas décadas que el genio de Manhattan acabaría firmando guiones tan mediocres (y por encargo) como los de Vicky Cristina Barcelona (2008) o A Roma con amor (2012). Sin embargo, su tenacidad permite que, de vez en cuando, nos siga regalando pequeñas joyas -como la que hoy nos ocupa- que mantienen viva la ilusión de sus seguidores; seguramente, nos encontramos ante su mejor filme desde Match Point (2005).

De entrada, resulta admirable que un director de gustos tan clásicos y a estas alturas de su carrera sea capaz de construir una historia tan corrosivamente actual. Con más de un eco al teatro de Tennessee Williams, Blue Jasmine es una cruel radiografía de la clase alta neoyorquina que Allen tan bien conoce, neurotizada, extremadamente superficial y más preocupada por guardar las apariencias que por superar cualquier circunstancia adversa. Magistralmente escrita, trata, en esencia, de la total incapacidad de ciertas personas para reinventarse, de la aversión al cambio; y, con esta excusa, plantea una metáfora perfecta que evidencia una de las claves (y consecuencias) de la situación económica mundial.

Pero, más allá de todo análisis, la cinta es el maravilloso retrato de una mujer en bancarrota, desquiciada, tratando de aferrarse a un tipo de vida que ya no puede permitirse. Un perfil de personaje entrañablemente perturbado y depresivo, capaz de arrastrarnos por las situaciones más cómicas (arquetipo del pez fuera del agua) hasta las más escalofriantes secuencias dramáticas. Todo ello, más un millón de matices, descansa sobre la portentosa capacidad interpretativa de Cate Blanchett, dueña y señora absoluta de la función. Su trabajo, merecedor de todos los premios que le vengan, da sentido al conjunto hasta hacernos sentir que, sin ella, nada hubiera sido lo mismo.

Así, Woody Allen, cuando (casi) nadie lo esperaba, vuelve a dejarnos una obra maestra para la posteridad. Una de esas películas que entran bien adentro y no hay manera de sacarlas. Y aunque a primera vista el final pueda parecer algo insulso, si se piensa bien, en seguida se ve que es exactamente el desenlace que más se ajusta al viaje emocional de la protagonista: como decíamos, una mujer incapaz de reinventarse. 

Recomendado para allenófilos decepcionados (especialmente), pero también para los que nunca perdieron la esperanza.
No recomendado para los que se puedan identificar demasiado con el personaje de Jasmine. Les dolerá.

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