12 de junio de 2013

Fascinante viaje en limusina

Holy Motors (Holy Motors, 2012)

Dirección y guión: Léos Carax
Intérpretes: Denis Lavant, Edith Scob, Eva Mendes, Kylie Minogue, Michel Piccoli.
Fotografía: Yves Cape y Caroline Champetier
Música: Neil Hannon


Con los tiempos que corren de hipsterismo generalizado, no es tarea fácil enfrentarse a una película tan especial como Holy motors sin que sobrevuele la sospecha de encontrarnos ante un ejercicio de postureo superlativo. Hoy que el cine ha sido engullido por la industria y hasta las películas más independientes nacen teñidas de una intencionalidad comercial, en la búsqueda desesperada de una etiqueta que las convierta en un éxito, no es raro el temor a que se nos esté vendiendo "moto por liebre". No sería la primera vez que un filme se idea con el propósito de resultar moderno, transgresor, polémico o de culto, cuando estos calificativos deberían surgir de forma natural al final del proceso y de boca del espectador.

Ante tanta incertidumbre, lo único a lo que nos podemos aferrar, más allá de todo discurso, es a la sensación pura: lo que la película nos hace sentir; la carga emocional que deposita en nosotros. Es en este terreno donde Holy motors vence por goleada y despeja cualquier duda acerca de su posible calidad de producto con personalidad impostada. Su desparrame visual y su sinfín de recursos imaginativos termina por convertir su historia en toda una experiencia. 

Léos Carax retoma la idea barroca del mundo como representación pero desde un enfoque actual, posmoderno y tecnológico. Se trata de un viaje fascinante a través de nueve fragmentos en los que quedan de manifiesto los rasgos más artificiales de nuestra sociedad. A través de Oscar, el protagonista (un soberbio Denis Lavant, cuyo trabajo actoral es de lo mejor que se ha visto en años), comprendemos que la vida es un constante simulacro de situaciones en las que interpretamos cada vez un personaje distinto: un amante salvaje, un padre consternado, un joven enamorado, un asesino... La vida como tal ha dejado de existir desde que el amor, la pasión, el sexo y la muerte no son más que eventos pre-programados. Hablamos de la vida no como un arte, sino como un trabajo. 

Sin embargo, si la visión de Carax alberga alguna esperanza, es la depositada sobre la "belleza del gesto": ese hermoso clavo ardiendo que nos empuja a salir a actuar aunque nadie esté mirando. Esta dualidad entre posturas (frente a la vida y frente al cine) es constante en la odisea de Holy motors. Y tal periplo hipnótico no podía tener otro medio de transporte que una limusina: vehículo de lujo (puesto que es un lujo tener dónde esconderse) que sirve de camerino y refugio, y el único lugar en el que se puede ser uno mismo. Es ahí donde el personaje de Oscar tomará fuerzas para cambiar de personalidad, de vida y de forma, mostrándose tan camaleónico como el propio filme, con el que comparte la cualidad de parecer inagotable.

Quien honestamente crea que en el cine actual hay una flagrante falta de ideas innovadoras, que eche un vistazo a Holy motors y se dará cuenta de que está todo por inventar.

Recomendado para ávidos de nuevas experiencia visuales.
No recomendado para los que encaran el cine desde una perspectiva únicamente racional.

1 comentario:

CARLES ARMENGOL dijo...

Una de las mejores películas del año pasado, sin ninguna duda. Fascinante.