23 de enero de 2015

Los límites de la disciplina

Whiplash (Whiplash, 2014)

Dirección y guión: Damien Chazelle
Intérpretes: Miles Teller, J.K. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell, Jayson Blair, Jesse Mitchell, Marcus Henderson 
Fotografía: Sharone Meir
Música: Justin Hurwitz

Podemos decir que una historia es genuinamente original cuando, a pesar de beber de varias fuentes y enmarcarse en géneros ya explorados, encuentra su propia identidad con el simple hecho de hacer que la narración transcurra. Damien Chazelle, conocido por firmar recientemente el guión de la decepcionante Grand Piano (2013) de Eugenio Mira, dirige aquí una cinta enérgica, humana, emotiva, dolorosa y detallista, pero por encima de todo: muy auténtica. En realidad, la trama se basa en trasladar la tensa ambientación de ciertos largometrajes anti-militaristas como La chaqueta metálica (1987) o El sargento de hierro (1986) al mundo de los conservatorios de música, donde los roles de soldado y oficial equivalen a los de músico y director (o maestro), respectivamente. 

Se nota, por encima de todo, que Chazelle se conoce al dedillo los entresijos del universo que nos muestra, puesto que él mismo quiso ser músico y tocó la batería en una banda de jazz como el propio protagonista del filme. La propuesta es inteligente, mesurada y certera, repartiendo el peso dramático entre el carisma del frágil Miles Teller y la arrolladora fuerza interpretativa de un J.K. Simmons insuperable. Resulta asombrosa la sencillez con la que se atrapa al espectador con esos choques entre profesor y alumno, la constante reinvención de los obstáculos que se encuentra nuestro joven anti-héroe y los vibrantes momentos musicales. 

No es fácil calibrar de forma tan perspicaz la violencia (tanto explícita como implícita) del relato ni matizar dos roles que bien podrían haberse llevado hacia el estereotipo. Sin embargo, Whiplash tiene la destreza de detenerse en pequeños elementos que enriquecen notablemente el conjunto: desde las gotas de sangre ilustrando el esfuerzo desmesurado, la relaciones del chico con su novia y su familia hasta las diferentes facetas del personaje de Simmons, dependiendo del momento y el entorno. 

En definitiva, la película pone sobre la mesa un complejo debate sobre los límites del arte y la capacidad del ser humano, a través de un mentor tiránico, con una finalidad digna de admirar y un método abominable. Pero, ciertamente, lo más interesante de todo esto es cómo el aprendiz se va enganchando poco a poco a esa disciplina cruel y, con él, el público que, en muchos momentos, no dará crédito, nunca dejará de sorprenderse y hasta acabará dudando de sus propios ideales morales.

Recomendado para amantes del jazz y de la precisión narrativa.
No recomendado para espectadores sensibles al exceso de tensión sobre una situación o un personaje.

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