4 de octubre de 2013

Los límites del laberinto

Trance (Trance, 2013)

Direccion: Danny Boyle
Guión: Joe Ahearne y John Hodge
Intérpretes: James McAvoy, Vincent Cassel, Rosario Dawson, Matt Cross, Tuppence Middleton, Danny Sapani.
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Música: Rick Smith
Las distintas incursiones del cine en la complejidad de la mente han dado desde siempre la oportunidad a numerosos directores de explorar sugestivos universos visuales sobre el miedo, la muerte y el deseo del ser humano. El psicoanálisis (tan antiguo como el séptimo arte) ha ayudado a inspirar estas historias otorgándoles la dualidad consciente/inconsciente que tan útil ha resultado en cuanto al manejo de la información en el thriller. Danny Boyle ha sido el último en subirse al carro del noir pseudofreudiano que en los últimos años ha puesto de moda Christopher Nolan con Memento (2000) y, sobre todo, con la hegemónica Origen (2010). La particular aportación de Boyle es muy digna, aunque con un resultado poco novedoso para un género tan manido.

A diferencia de Hitchcock en Recuerda (1945), que contaba con los diseños oníricos de Salvador Dalí, Boyle ha preferido desnudar la película de cualquier eco surrealista, apostando todas sus cartas a un realismo instintivo y sexual más cerca de Cronenberg que de las maquetas de Michel Gondry. Así, su único trazo pictórico está en el cuadro de Goya que sirve de excusa para el desarrollo de toda la trama y que, en ciertos momentos, incluso dejará de tener importancia. 

Como sucede a veces, los giros de guión que buscan sorprender al espectador y, así, mantener su atención, generan desconcierto, especialmente cuando empujan el tono del filme hacia el melodrama. Sin embargo, dos grandes pilares sostienen el armazón de tan particular laberinto narrativo: primero, el enigmático pulso de Boyle que transmite una energía única a todo lo que toca; y, segundo, la sugestiva participación de una Rosario Dawson más misteriosa y deseable que nunca. Su sola presencia inunda la atmósfera de la carnalidad necesaria para dar sentido a todo el conjunto. Desgraciadamente, sus compañeros de reparto cuentan con personajes mucho menos definidos (a penas sabemos nada de ellos más allá de sus acciones), lo que empobrece enormemente el relato que, además, no se endereza hasta su tramo final (sin duda, la mejor parte) en el que se cierran todos los cabos sueltos salvando la cinta en el último minuto.

Recomendado para espectadores más instintivos que conscientes.
No recomendado si eres más de Transpotting (1996) que de Origen.

1 comentario:

Farenheit dijo...

Pues esperaba esta critica para buscar un poco de controversia pero... estoy de acuerdo con tu opinión, creo que si Boyle hubiera profundizado mas en los personajes el resultado podría haber sido mucho mejor. Al final del visionado te queda la sensación de haber visto una película "palomitera" quizá con un punto mas de interés pero poco mas.