25 de junio de 2015

La marca blanca de Stephen King

Horns (Horns, 2013)

Dirección: Alexandre Aja
Guión: Keith Bunin
Intérpretes: Daniel Radcliffe, Juno Temple, Max Minghella, Kelli Garner, Joe Anderson, Heather Graham, David Morse
Fotografía: Frederick Elmes
Música: Robin Coudert

La literatura de Stephen King lleva más de cuarenta años abordando historias sobre personas corrientes que se ven enfrentadas a la brutalidad de la América profunda y el fanatismo religioso sufriendo los efectos, en ellos y su entorno, de inexplicables fenómenos sobrenaturales. En el caso de Horns, no es Stephen King el autor de la novela en la que está basada la película, sino su hijo, Joe Hill, aunque los elementos son, esencialmente, los mismos. La influencia del autor de Carrie sobre la obra de su hijo es clara hasta el punto de llegar a perjudicarlo. Y es que esta retorcida fábula romántica sobre un chico acusado injustamente del salvaje asesinato de su novia resulta tan reconocible en su espíritu que, tristemente, parece la marca blanca de uno de los libros del padre de Hill, más que una propuesta con personalidad propia.

Daniel Radcliffe, en su enésimo intento de sacarse de encima el fantasma de Harry Potter, se entrega al máximo en la encarnación de este personaje atormentado y demonizado por los habitantes de su pueblo. Y lo cierto es que logra una fuerte conexión emocional con aquello que se nos cuenta a pesar de que el guión avance de manera demasiado mecánica. No se puede negar que el punto de partida tiene fuerza: el falso culpable al que, literalmente, le crecen los cuernos diabólicos que, de alguna manera, todo el mundo ya veía en él. Desgraciadamente, la concatenación de simbolismos que se suceden a continuación van de lo obvio a lo ridículo, desaprovechando del todo la ocasión de profundizar en la psicología de los personajes y sus conflictos.

Construido como un thriller policíaco sobre descubrir al asesino, la trama está más preocupada de presentarnos posibles sospechosos y dar pinceladas de humor negro algo estúpidas que de afrontar el horror de forma algo más sutil o valiente. Al final, una vez el castillo de naipes se desmorona sobre un charco de sangre, uno tiene la sensación de haber transitado un anodino camino en línea recta lleno de señuelos inútiles que no dejan ninguna huella. De acuerdo que la intensidad de algunas escenas es impactante y el dramatismo de la situación funciona por momentos (sobre todo, gracias a Radcliffe). No obstante, no es suficiente teniendo en cuenta que la idea original tenía un potencial mucho mayor.

Recomendado para aficionados a las tragedias románticas con un puntito gore.
No recomenado para puristas del auténtico universo de Stephen King (que no acepten imitaciones).

24 de junio de 2015

El terror alegórico

It Follows (It Follows, 2014)

Dirección y guión: David Robert Mitchell
Intérpretes: Maika Monroe, Keir Gilchrist, Daniel Zovatto, Jake Weary
Fotografía: Michael Gioulakis
Música: Disasterpeace

El cine de terror protagonizado por adolescentes es un género tan popular como artísticamente denostado. Su mala fama es, probablemente, merecida por la gran cantidad de películas que, desde el slasher de los ochenta, han reiterado, una y otra vez, estúpidos clichés y situaciones, en el mejor de los casos, inverosímiles. Cuando parecía que su única redención posible se encontraba en la ironía autoconsciente de sagas como Scream (1996) o la cinta La cabaña en el bosque (2012), ha aparecido una esperanza de la mano de David Robert Mitchell y su grupo de jóvenes atormentados por una maldición que se transmite a través de las relaciones sexuales. En una línea mucho más sobria, al estilo Déjame entrar (2008), el director se toma en serio su historia, a sus personajes y cada una de las angustiosas situaciones que propone. It follows no va de asustar al espectador con bruscos golpes de música o muertes sangrientas. Aquí el truco se basa en la sugestión y en una máxima que, psicológicamente, puede acabar resultando insoportable: te sigue hasta que te mata. Esa encarnación del mal que puede adoptar cualquier forma, es lenta pero, como el Michael Myers de La noche de Halloween (1978), nunca se detiene. En este caso, sin embargo, existen una salvación: pasársela a otra persona.

Las diferentes lecturas que se pueden extraer de un planteamiento como éste hacen que, por su inteligencia y sutileza, ya valga la pena el mal rato. Pero, además, el (inmerecido) homenaje a esta corriente cinematográfica va más allá de dignificarla ya que, en conjunto, cada detalle, aunque de manera minimalista, está cuidado y definido con precisión. La música, la fotografía e incluso la elección de los decorados forman una serie de pequeños aciertos que sorprenden tanto como aterran. 

Se demuestra así, una vez más, que ningún género es menor si se sabe dar el enfoque adecuado y que los filmes de terror adulto no murieron en los setenta. Es cuestión de talento, sensatez y buen gusto.

Recomenado para amantes del buen cine de terror psicológico.
No recomendado para quienes esperen un espectáculo gore y palomitero.

23 de junio de 2015

Nostalgia jurásica

Jurassic World (Jurassic World, 2015)

Dirección: Colin Trevorrow
Guión: Colin Trevorrow, Rick Jaffa, Amanda Silver, Derek Connolly, 
Intérpretes: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Nick Robinson, Vincent D'Onofrio, Jake Johnson, Judy Greer, Irrfan Khan, Ty Simpkins, Omar Sy
Fotografía: John Schwartzman
Música: Michael Giacchino

Aunque la banda sonora, en esta ocasión, no ha sido compuesta por John Williams, inevitablemente, el mítico tema del original Parque Jurásico (1993) ha sido incluido e integrado en forma de homenaje por el compositor sustituto: Michael Giacchino. No queda claro si por exigencias de los productores o por iniciativa propia con ánimo de contentar a los fans o de homenajear al maestro pero el caso es que su trabajo, siendo bastante bueno, queda supeditado al ya conocido por todos. Este pequeño detalle resume, en realidad, lo que es, en su conjunto, Jurassic World: una entretenida cinta de aventuras a medio camino entre el tributo nostálgico y la dependencia a una mitología demasiado icónica. Puede que su director, Colin Trevorrow, no haya tenido demasiado margen de maniobra o, simplemente, no ha considerado necesario llevar la película mucho más lejos del punto de partida primigenio. 

Las grandes novedades de la presente entrega son la apertura definitiva del parque, la creación de un dinosaurio más grande y temible diseñado con ingeniería genética y la domesticación de los velociraptores. Todo eso da un aire de renovación muy saludable a la franquicia y permite que la acción, las persecuciones y los gritos vuelvan a tener fuerza y frescura. De esta manera, aunque las referencias al trabajo de Spielberg son constantes, el filme no por eso deja de funcionar, de ser totalmente disfrutable, divertido, emocionante y, por pequeños giros de guión, hasta sorprendente. 

La ochentera pareja que forman el carismático Chris Pratt (postulándose más que nunca como nuevo Indiana Jones) y la fantástica Bryce Dallas Howard (la verdadera protagonista) hacen el trepidante viaje mucho más confortable. Su relación, basada en la vieja fórmula del conflicto por tensión sexual y lucha de géneros, da tan buen resultado como lo ha dado siempre. Lo mismo sucede con la pareja de niños, también tan spielbergianos: hijos de familia desestructurada que unen sus fuerzas frente a la adversidad.

Por todo esto, es casi imposible que defraude a los fanáticos de la saga, ya que, aunque innova poco, ofrece todo lo que se espera de ella y, además, con una factura magnífica, un guión decente y una dirección perspicaz. Si a eso le sumas detalles de genialidad como la alusión a Los pájaros (1961) de Hitchcock, su ironía autorreferencial y los tacones de Dallas Howard, ya tienes el éxito del verano.

Recomendado para adeptos a la nostalgia jurásica y al cine de aventuras clásico.
No recomendado para los que nunca disfrutaron del universo de esta franquicia.

8 de junio de 2015

Aventuras de parque temático

Tomorrowland: El mundo del mañana (Tomorrowland, 2015)

Dirección: Brad Bird
Guión: Damon Lindelof, Jeff Jensen y Brad Bird
Intérpretes: Britt Robertson, George Clooney, Hugh Laurie, Raffey Cassidy, Judy Greer, Kathryn Hahn
Fotografía: Claudio Miranda
Música: Michael Giacchino 

Resulta curioso que, en el momento de más poder en la industria de la historia de Disney (tras adueñarse de Pixar, Marvel y Lucasfilm), sea cuando la emblemática compañía sienta la necesidad más evidente de subrayar su propia identidad. Ahí tenemos las recientes adaptaciones con actores de carne y hueso de Alicia en el país de las maravillas (2010), Maléfica (2014) y Cenicienta (2015), a las que, muy pronto, seguirán las ya anunciadas versiones de acción real de El libro de la selva, La bella y la bestia, Mulán, La sirenita y Dumbo. Ante esta absurda vorágine autorreferencial que se nos avecina, hay que valorar que Tomorrowland: El mundo del mañana trate, al menos, de ampliar el imaginario disenyano con material puramente original, ya que, a excepción de Frozen (2013), hace años que este gigante del entretenimiento no ofrece nada que valga la pena y no sea creación de alguna de sus filiales.

La película tiene la peculiaridad de basarse en EPCOT, el parque temático futurista situado en el Walt Disney World Resort y que es el segundo más antiguo e icónico de la franquicia después de Magic Kingdom. A partir de ese concepto utópico de ciudad del mañana, Brad Bird y Damon Lindelof han desarrollado un fabuloso mundo tecnológico y secreto donde habitan las personas más inteligentes del planeta. Desgraciadamente, llevado a la práctica, guionista y director han desaprovechado sus infinitas posibilidades. El argumento del filme versa sobre la obsesión de una adolescente por conocer ese lugar fantástico y, para ello, hará todo lo posible por llegar hasta él. Este relato, algo así como El mago de Oz (1939) contado al revés, tiene una factura visual muy cuidada y se nota que Bird tiene una habilidad especial para dirigir aventuras al estilo más clásico. 

Sin embargo, el guión tarda demasiado en arrancar, es lento y demora innecesariamente la aparición del aliado de la protagonista (Clooney) y más todavía la del muy decepcionante villano interpretado por Hugh Laurie. Por otro lado, la cinta tiene un mensaje positivo y optimista muy valioso, que permite al espectador soñar con cambiar las cosas y hacer de nuestra realidad un sitio más habitable. El problema es que la trama se enreda en teorías de física cuántica al estilo Interstellar (2014), lo que, probablemente, sea demasiado complejo para los niños. En cambio, desde el punto de vista adulto, el conjunto puede parecer algo ingenuo. Una combinación, en definitiva, muy mal planteada.

Quizás le falta algo de arrojo a la hora de adentrarse de verdad en ese país de las maravillas que no acaban de mostrarnos del todo. El público quiere saber más cómo funcionan allí las cosas, por lo que más metraje dedicado a una aventura allí dentro hubiera sido de agradecer. Por otro lado, la propuesta contiene ideas muy acertadas y hermosas como la secuencia de la torre Eiffel, así que, aunque sea por ciertos destellos de genialidad, la peripecia puede llegar a valer la pena.

Recomendado para nostálgicos del espíritu del Walt Disney urbanista. 
No recomendado para aquellos adultos que hayan perdido su capacidad de soñar desde la ingenuidad.